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Apuntes para el futuro de la calidad de vida de Ibagué

Dentro de la visión, ‘Aporte al desarrollo urbanístico de las ciudades’, el conocido arquitecto Javier Humberto Arbeláez trae esta pertinente columna para la reflexión. ¿Cómo nos adentramos en el ser unos buenos ciudadanos?, un interrogante apropiado para tiempos de crisis. Por: Javier Humberto Arbeláez Luna.

De la actual coyuntura en materia de salubridad y convivencia, a continuación, comparto varias reflexiones. Desde nuestra labor como arquitecto hemos coincidido en la necesidad de analizar la salud como una prioridad bajo la premisa de lo más sagrado, uniéndonos en el interés que despierta el sentido de lo público.

Somos una sociedad que mide más el bienestar por los logros en el bien privado que por los logros en el bien común. Por lo general nos importa más mi carro, mi casa, mi salud… que nuestra carretera o calle, nuestro barrio o nuestro ambiente sano.

 En nuestra sociedad, ha faltado valorar el bien público como componente clave de nuestro bienestar, respetarlo y cuidarlo como lo hacemos con el bien privado, exigirlo y construirlo como condición de bienestar, desarrollo, equidad y democracia. Algo grave en nuestra cultura es que pensamos que el bien público es un bien del gobierno. Por eso, el vandalismo, el robo de lo público, la destrucción del bien común sin que a nadie le duela.

Lo público es una expresión democrática, que exige un comportamiento de cada persona desde el interés general, bajo los diferentes contextos en los que habitamos en el sentido comunitario, el lugar en que habitamos como nuestra ciudad, donde sucede lo cotidiano, allí donde se generan relaciones para el vivir, el trabajar, donde se establece el comercio, las industrias, donde también aparece lo institucional, lo dotacional; es en el tejido social en donde se evidencia LO PÚBLICO.

De esta reflexión sobre lo público que no corresponde al gobierno, sino a una expresión democrática de la que todos somos parte se deduce lo siguiente: bien público Vrs bien individual.  El bien común tiene una base de valores y conductas de carácter ético que la sociedad debe irrigar permanentemente en la vida cotidiana y en las instituciones, lo que nos lleva a un camino pertinente de EDUCACIÓN en valores para abordar el interés común y comunitario. Valores como:

El respeto así mismo, a los demás y a la naturaleza. La no violencia, el cuidado a las diferentes formas de vida. La armonía desde la necesidad sentida en una convivencia en paz desde la familia, las relaciones con los vecinos, los amigos y los diferentes grupos sociales. La igualdad, desde la aceptación de las diferencias para la no exclusión. El compromiso con el conocimiento del sistema político, de las normas sociales, para así lograr el acatamiento voluntario desde las actitudes y costumbres morales. La cooperación como un despertar de la solidaridad con las relaciones diarias desde la escala local (nuestra ciudad y otros pueblos). La empatía, el lograr ponerse en los zapatos del otro y caminar con ellos, visualizar otras situaciones como la informalidad de los niños en las escuelas de las zonas rurales. Estos valores nos motivan a una siguiente escala que es lograr un espíritu cívico, una conciencia ciudadana desde la convivencia y el urbanismo desde la expresión territorial de la ciudad.

Estos días con la emergencia de salud hemos visto la ciudad casi desnuda, algo descontaminada, a la vez en las comunidades se ha despertado una actitud de conciencia cívica, nos hemos comenzado a comportar en las urbes de una manera diferente, desarrollando algunos de los principios, acciones y valores que nombrábamos en párrafos anteriores, concertado sin notarlo algunas reglas compartidas, para obtener un principio de igualdad.

La igualdad es una palabra esquiva que muchos anhelamos, pero a la cual no le aportamos como se requiere. Desde mi perspectiva como arquitecto urbanista sugiero hablar del orden, como un atributo de ciudad: El espacio público, el espacio de todos, en el que se configuran los intereses comunes, sobre la economía formal, e informal, donde circula la movilidad, donde nos encontramos todos sin restricción, donde se requiere realizar buenas prácticas sociales y finalmente calificarnos como buenos ciudadanos.

Entonces, ¿Cómo nos adentramos en el ser unos buenos ciudadanos? ¿cómo debe ser nuestro comportamiento ciudadano? ¿cómo generar una sana convivencia? Construyamos una sociedad para el buen vivir, para que nos pertenezca la ciudad, para que ella sea un lugar saludable, que sea educada, CULTA. La ciudad es el mejor invento para el ser humano, de ahí la importancia de LA ESCALA HUMANA*. Este evento del confinamiento,  nos hizo  pensar en LA CULTURA CIUDADANA o como lo dice nuestro amigo Guillermo Pérez, que en su calidad de buen comunicador, nos sugiere  este tema bajo el nombre de las virtudes cívicas: que no son más que una educación rica en  algunos de los valores  ya citados, con el fin de realizar un estímulo para recaer en el espíritu cívico guiado hacia una participación democrática, donde  se despierten  los niveles de conciencia y se propongan  modos de comportarnos en las urbes.

Para mejorar la comprensión de todo esto, debemos comenzar a incluirla en diferentes áreas, inscribámosla en la política pública, enseñémosla en todos los centros de enseñanza, volvamos esto parte de lo cotidiano, de las conversaciones que tienen los ciudadanos, así obtendríamos el alma y la razón para tener ciudades sostenibles desde todo punto de vista.

Un paradigma:

“El desarrollo económico contribuye a las ciudades”, ahora pensemos esto, al contrario: “Las ciudades, las buenas ciudades, pensadas, bien diseñadas, bien construidas, sí que contribuyen al desarrollo”.

En mi próxima reflexión tocaré el tema del DESARROLLO LOCAL como fórmula para estimular la economía de nuestra región.

 

 

ambdes